Columna publicada en Revista Nueva Sociedad (28 de octubre 2024).
Por Noam Titelman, investigador postdoctoral Universidad Sciences Po de París, Francia y consejero de Rumbo Colectivo.
El domingo 27 de octubre, Chile vivió una elecciones locales en las que se eligieron sus representantes municipales y regionales. Según la encuesta Cadem, fueron las elecciones con menos interés en casi una década. Un mes antes de los comicios, apenas 36% declaraba estar muy o bastante interesado, frente a 42% que declaraba poco o nada de interés. Sin embargo, dos novedades marcaban este proceso. Primero, la implementación del voto obligatorio para elegir cargos locales (lo que aseguró que la falta de interés no se convirtiera en baja participación) y segundo, un escenario presidencial inusitadamente abierto, a un año de las elecciones de noviembre de 2025.
Si históricamente las elecciones locales habían sido una antesala de las presidenciales, y los candidatos a alcaldes se disputaban aparecer en la foto con quienes aparecían como probables presidenciables, en esta ocasión el contexto nacional mostraba otra cara. En general, las encuestas mostraban a los chilenos más pesimistas, desilusionados con la falta de respuesta a las demandas sociales, preocupados por la delincuencia y muy críticos de la calidad de la política, con los alcaldes con porcentajes de aprobación más altos que los líderes nacionales.
Por el lado de la oposición de derecha, sus fuerzas esperaban capitalizar la crítica al gobierno, presentando su voto como un plebiscito contra la presidencia de Gabriel Boric, que aparecía en las encuestas con un apoyo por debajo de 30%. Después de todo, estas votaciones funcionan como elecciones de «medio tiempo» y, como suele ocurrir en ese tipo de elecciones, en las cuatro últimas contiendas municipales el oficialismo de turno perdió terreno. Además, dado su pobre desempeño en las anteriores elecciones locales, la derecha tenía mucho margen para crecer, recuperando sus comunas históricas perdidas al calor del clima política vivido en 2019. Sin embargo, al momento de inscribir sus candidaturas, hubo una notoria dificultad por coordinar listas y candidaturas conjuntas. No solo competían en varias comunas candidatos de centroderecha y de la derecha radical, sino que en varios casos existieron divisiones dentro del bloque de centroderecha.
Por su parte, la centroizquierda y la izquierda se veían enfrentadas a esta elección con un gobierno con bajo desempeño en las encuestas y con una ciudadanía que, sobre todo, reclamaba por la poca efectividad en el combate a la delincuencia. Además, a semanas de la elección, el gobierno se vio envuelto en un escándalo provocado por una acusación de violación contra el subsecretario de interior, el socialista Manuel Monsalve. No obstante, el progresismo llegó a las elecciones con algunas esperanzas asociadas nivel de unidad alcanzado, que incluyó no solo a todas las fuerzas políticas de izquierda y centroizquierda que conforman la coalición de gobierno, sino que, además sumó a la Democracia Cristiana.
El resultado confirmó varias de las predicciones. La centroderecha avanzó con fuerza, recuperando varios municipios: pasó de 87 a 122 alcaldías, mientras que la centroizquierda cayó de 150 a 111. Por otro lado, la relativamente nueva derecha radical, articulada en torno del Partido Republicano, que competía en casi todo el país por fuera de la alianza de centroderecha ganó ocho alcaldías (hasta ahora, no tenía ninguna). Finalmente, el número de alcaldes independientes fuera de listas partidistas, que había sido uno de los fenómenos llamativos de las anteriores municipales (cuando el número de estos se había duplicado), no continuó su tendencia alcista, pero se mantuvo estable: pasaron de 105 a 104, en parte porque varios «independientes» fueron como tales dentro de listas partidarias (los «independientes» dentro de listas partidarias pasaron de 58 a 104).
En términos de población gobernada en el plano local por cada bloque político-ideológico, una de las variables que los analistas suelen apuntar como predictor para las elecciones presidenciales, el porcentaje bajo gobiernos locales de centroderecha y derecha paso de 21,6% a 37,4% y el gobernado localmente por la izquierda y la centroizquierda pasó de 40,1% a 38,5%. El porcentaje gobernado por independientes se mantiene en torno de 24,5% (en las municipales pasadas hubo fuerzas de centro que no fueron en coalición con izquierda o derecha y alcanzaron a ganar varias alcaldías). Los resultados de consejeros regionales y concejales mostraban un panorama similar. Un avance significativo de la oposición de derecha y una centroizquierda e izquierda que logró resistir. En cuanto a gobernadores, casi todos irán a una segunda vuelta, en la que probablemente se repitan los porcentajes, con la derecha avanzando y la centroizquierda conservando algunos bastiones importantes.
Por otro lado, quizás la noticia más interesante de la noche electoral se dio en los municipios políticamente más relevantes. Con voto obligatorio, la participación pegó un salto de 43% a aproximadamente 85% del padrón. El nivel de incertidumbre en los municipios icónicos era, por lo mismo, comprensible.
En este marco, la presidenciable de centroderecha Evelyn Matthei se vio fortalecida, pese a que su partido, la Unión Demócrata Independiente (UDI), tuvo un resultado decepcionante, compensado con creces por el otro partido de la coalición de derecha, Renovación Nacional (RN). Mientras que la UDI no ganó ningún sillón edilicio icónico, salvo el municipio de la propia Matthei, Providencia, RN tuvo un buen desempeño a lo largo del país. Una de las victorias más significativas de este partido fue la de Mario Desbordes, que desplazó a la alcaldesa comunista Irací Hassler en la comuna de Santiago centro. Si bien era un resultado anticipado por diversas encuestas, la diferencia fue mayor a la pronosticada. El único hito que arruinó lo que podría haber sido una noche perfecta para RN fue su sorpresiva derrota en la populosa comuna de Puente Alto, la más poblada de Chile, en la que la derecha llevaba décadas al mando y el domingo perdió a manos de un candidato independiente, claro exponente de la fuerza aun viva del «independentismo».
En la interna de la derecha, la pelea principal era una medición de fuerzas de dos presidenciables: José Antonio Kast, de extrema derecha, y Matthei, de la derecha tradicional. En este sentido, el partido de Kast necesitaba mostrar que podía consolidarse como una fuerza política capaz de ganarle al oficialismo e imponerse a las demás fracciones de la derecha. Pero su resultado fue poco satisfactorio. Si bien los republicanos lograron una votación importante -10,4% de los votos- y las mencionadas ocho alcaldías, estuvieron muy lejos de sus propias expectativas de convertirse en el partido más grande de la derecha, quedando atrás de RN y la UDI. Además, terminaron perdiendo en Valparaíso (una de las capitales que pensaban conquistar, donde ganó la candidata del Frente Amplio, el partido de Gabriel Boric) y Concepción (donde ganó el Partido Social Cristiano, una fuerza de reciente fundación, con fuerte presencia evangélica). En definitiva, los ocho alcaldes republicanos tuvieron sabor a poco en su intento de proyectarse hacia las presidenciales del año que viene.
Por otro lado, un resultado electoral que fue seguido con atención tanto por los adherentes de Matthei como de Kast era el de la acomodada comuna de Las Condes. Allí competía como favorita la ex-ministra de Educación Marcela Cubillos, debilitada por un reciente escándalo sobre su sueldo como académica en una universidad privada –de más de 18.000 dólares mensuales-. Pero pese a todo se descontaba que esta dirigente que incluso sonaba como presidenciable, que candidateaba en la cuna del poder político y económico de la derecha chilena, tenía asegurada su victoria. Frente a la disputa entre Kast y Matthei, ella se presentaba como una candidatura de consenso entre todas las derechas. De hecho, fue de las pocas candidatas que logró ser ungida tanto por la coalición de centroderecha como por la derecha radical. Pero, en lo que fue sin duda la sorpresa de la noche, la centroderecha y la derecha radical unidas se vieron derrotadas por una candidata independiente ligada a la centroderecha, lo que propinó un golpe mortal a las aspiraciones presidenciales de Cubillos (al menos por ahora).
Por el lado de la izquierda y la centroizquierda, la gran pregunta era si de estas elecciones surgiría un liderazgo capaz de dar la pelea por suceder a Gabriel Boric, sin posibilidades de reelección, en la presidencia. Esta urgencia de encontrar nuevos liderazgos se agudizó luego de que el escándalo de Monsalve ahogara, por ahora, a todo el gobierno, incluidos los ministros con mayor proyección presidencial. En los equilibrios internos de la coalición, no hubo grandes cambios. Todos ganaron algunos municipios y perdieron otros. Sin embargo, en relación a sus expectativas, la colectividad más golpeada es el Partido Comunista, que no ganó ningún nuevo municipio y perdió el icónico Santiago centro.
En este sentido, los ojos de la izquierda y la centroizquierda estaban puestos en dos disputas en la Región Metropolitana, sobre todo en las reelecciones del gobernador Claudio Orrego y del alcalde de la comuna de Maipú, una de las más populosas de Chile, Tomás Vodanovic. El primero, independiente salido de la Democracia Cristiana y, el segundo, una de las insignes figuras del Frente Amplio.
Mientras que en el caso de Orrego, este deberá pasar a una segunda vuelta, Vodanovic superó el 70% de los votos y se convirtió en el alcalde electo más votado de la historia de Chile. Sin embargo, Vodanovic ha insistido en reiteradas ocasiones que no tiene en sus planes participar en las presidenciales del próximo año.
Hasta ahora, Evelyn Matthei aparece con una intención de voto espontánea de 17%, según la encuestadora Cadem. Un porcentaje razonable, pero muy lejos de dominar la escena. La siguen de atrás la ex-presidenta socialista Michelle Bachelet (9%) y José Antonio Kast (7%).
Sin embargo, Matthei ha optado por mantenerse al margen de las principales disputas nacionales. Posiblemente, viendo el ambiente destituyente, escéptico hacia los liderazgos políticos, que ha primado en la política reciente, aparecer poco puede constituir una ventaja. Ya sea por decisión o por dificultades para hacer valer su ascendencia sobre los liderazgos locales de los partidos, su presencia no tuvo el protagonismo que solían tener las precandidaturas presidenciales. Esta falta de liderazgos nacionales ordenadores podría explicar el desorden en las candidaturas de derecha. Todo parece apuntar, eso sí, a que para las segundas vueltas de gobernadores Matthei intentará tener el protagonismo que no tuvo en las municipales. Por otro lado, en el oficialismo no aparece ninguna candidatura clara para la próxima disputa electoral.
Las elecciones locales no han mostrado la caída de la izquierda y la centroizquierda que algunos temían, pero tampoco una esperanza de crecimiento en el futuro cercano. Así, en estos resultados, quizás lo más relevante es lo que no pasó. No hubo desplome del oficialismo ni surgió una clara carta presidencial. No hubo avalancha de la derecha radical ni se terminó de consolidar una mayoría de centroderecha. Habrá que esperar.
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